martes, 1 de febrero de 2011

Llegan a París las grandes colecciones de arte de la Rusia imperial

                            Madone à l'enfant, saint Joseph et Jean Baptiste. (1520).  Giulio P. di Simone Bugiardini /P.D.

El recién inaugurado museo de la Pinacoteca de París, en la plaza de la Madeleine, da muestras de su ambición exponiendo hasta el próximo 29 de mayo “dos de las más bellas y más antiguas muestras del mundo”: la colección de los emperadores rusos de la dinastía Romanov, en Los Romanov, zares coleccionistas; y la de la familia principesca húngara Esterházy, en Los Esterházy, príncipes coleccionistas.

Se trata de dos importantes familias de dirigentes amantes del arte que, además de gobernar, dedicaron su vida a su pasión de coleccionar obras maestras e impulsar el mecenazgo. Sólo la muestra de la familia Romanov en la capital francesa reúne un centenar de piezas únicas procedentes de distintas colecciones privadas y de museos como el Hermitage de San Petersburgo.

Con la muestra, se afianza la vieja historia de filias zaristas en París, desde las visitas de Pedro el Grande (1672-1725) en el siglo XVIII hasta la inauguración del puente Alejandro III, uno de los más ornamentados y extravagantes que cruzan el Sena, y regalo del zar Nicolás II (1868-1918) a finales del siglo XIX.

Colección zarista

El comisario de la exposición, Serguei Androsov, director del departamento de pintura occidental del mencionado museo ruso, describe cómo desde finales del siglo XVII, “las colecciones imperiales de Rusia figuran entre las más importantes de Europa”. El primer gran coleccionista de obras de arte en la Rusia del siglo XVIII –conocido como el Siglo de Oro ruso– fue Pedro el Grande. “Pero sin duda, una de las mayores protectoras del arte es la emperatriz Catalina II, (1729-1796), más conocida como Catalina la Grande”. “Ningún otro emperador de la dinastía Romanov acumuló tantas obras maestras del arte”, asegura Androsov. Las piezas se encuentran en el Museo Hermitage, en San Petersburgo: una de las galerías más importantes de Europa, que reúne más de cuatro mil lienzos.

Por su parte, el zar Alejandro I, (1777-1825) –nieto de la emperatriz–, no se quedó atrás en afán coleccionista, y contribuyó en gran medida a enriquecer la galería de las colecciones imperiales de su abuela. El museo abrió sus puertas al público durante el reinado de Nicolás I (1796-1855), quien construyó el nuevo museo Hermitage, una de las cunas del arte universal.

Presencia española

El comisario de la exposición relata que “Alejandro I es quien dota la galería de excelentes colecciones de artistas españoles”. En efecto, durante las guerras napoleónicas, los rusos atacados “se identifican con los héroes españoles que resistieron a las tropas de Napoleón”, añade.

La adquisición de la colección Coesvelt aportó a la galería imperial los grandes nombres del siglo de oro español, como la mística Anunciación de Murillo. Entre los cuadros expuestos en la Pinacoteca de París, figuran obras de artistas de la talla de Velázquez –Retrato de don Gaspar de Guzmán, conde duque de Olivares, 1638–; Rembrandt, –David y Jonatán, 1642–; Nicolas Lancret, –Concierto en el parque, 1738–; Tiziano, –Cristo Todopoderoso, 1560–; o Francisco Ribalta –Preparativos de la crucifixión, 1582–, entre otros.

La segunda colección que compone la muestra europea de la Pinacoteca de París es la de los príncipes Esterházy, una de las familias aristócratas más influyentes de Hungría en el siglo XVII y cuyos orígenes se remontan a la Edad Media.

Gracias a su cultura y compromiso, llegaron a conservar una de las colecciones más importantes del siglo XIX. Entre las cincuenta obras prestadas por instituciones húngaras a la Pinacoteca parisina destacan lienzos de artistas como Rafael.