Evasión fiscal, calumnias, corrupción política… Al asunto Bettencourt no le falta de nada. La polémica ha salpicado, incluso, al mismo Sarkozy, que no ha tardado en calificar de “calumniosas” las declaraciones de la ex contable de Liliane Bettencourt, propietaria del imperio cosmético L'Oréal, que le implican directamente en el caso, por estar al corriente de las operaciones de evasión fiscal y por haber, supuestamente, recibido donaciones de la millonaria cuando era alcalde de Neuilly, entre los años 1983 y 2002. Acusaciones que el jefe de Estado francés ha desmentido inmediatamente.
La caja de los truenos se abrió el pasado mes de diciembre. François-Marie Banier, amigo de Bettencourt, había recibido de ella una donación de mil millones de euros. Un gesto excesivo para la hija de la propietaria del número uno mundial de cosméticos, que decidió demandar al fotógrafo amigo de su madre, quien ya había sufrido controles fiscales por indicios de posible enriquecimiento ilícito.
Pero el culebrón Bettencourt tiene más capítulos. En el centro del escándalo, el testimonio de la ex contable, que se hace llamar “Claire T.” y las conversaciones privadas entre Bettencourt y el gestor de su patrimonio, Patrice de Maistre, que grabó un mayordomo, a escondidas, y que son la prueba de las operaciones financieras ilegales que se realizaron, con la ayuda de la esposa –que ha dimitido- del ministro encargado de la gran reforma de las pensiones, para que la fortuna de L’Oréal escapara de los controles fiscales.
En 2007, el ministro de trabajo, habría recibido, según las declaraciones de “Claire T.” 150.000 euros en efectivo para financiar la campaña presidencial. Asombrado, Éric Woerth ha afirmado que esta acusación es “inaceptable”. “Jamás he tocado un euro que no fuera legal”, asegura. Otro escándalo más para la colección en la historia de la V República francesa.
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