viernes, 24 de septiembre de 2010

Monet protagoniza una de las grandes muestras del otoño europeo

Carla Sarabia/París-. Monet, “la pura voluptuosidad visual”, “una cumbre de la pintura” o “la luz en su esplendor”, son algunos de los títulos con los que los expertos franceses del mundo del arte han definido la recién inaugurada retrospectiva del pintor francés Claude Monet (1840-1926), que se expone hasta el próximo mes de enero en las Galerías Nacionales del Grand Palais de París. La unanimidad de los elogios contribuye a dar una idea del propósito de excelencia de esta exposición, cuyo objetivo, según los organizadores, es el de “suscitar la sorpresa, la reflexión y el deleite del espectador”.

Entrevistada por LA GACETA, Anne Roquebert, conservadora jefe del parisino Museo de Orsay, destaca “la gran labor” realizada por los cinco comisarios de museos nacionales y del Museo de Orsay de París, que, junto a ella, se han encargado, en un trabajo de años, de reunir en una única exposición doscientos cuadros del considerado fundador del movimiento impresionista a partir de su legendario cuadro Impresión, sol naciente, de 1872.

Las obras reunidas estaban dispersas por todos los rincones del mundo: Dinamarca, Alemania, España, Portugal, Estados Unidos, Rusia o Australia, entre otros. La mayoría de ellas proceden de museos y algunas pertenecen a colecciones particulares. La novedad es que “hacía más de treinta años que no se realizaba una exposición de tal envergadura”.

“Hemos querido reunir las pinturas más significativas de cada periodo de la vida de Claude Monet y, al mismo tiempo, hacer una presentación de los lugares que frecuentaba en Francia y que inspiraron su arte y su manera de pintar la naturaleza”, afirma la experta. Las obras expuestas datan desde los inicios de la carrera de Monet, hacia 1860, hasta la última serie del artista, dedicada a su jardín de Giverny y los nenúfares. Estamos, por tanto, ante un recorrido artístico que refleja a “un artista principal que dominó en su generación”.

Una parte de la exposición está dedicada a la primera etapa de la carrera pictórica de Monet, cuando el pintor aún vivía en Normandía. Como ejemplo de este periodo pueden citarse las marinas o los diversos paisajes campestres de esta zona del país. Roquebert destaca que fueron “unos años muy importantes para el artista”, puesto que en esta región, donde “la meteorología cambia radicalmente a lo largo del día”, el autor comenzó a observar y a fascinarse por “la luz, el mar, el viento, la niebla…

Atmósferas
Elementos que influyeron en su obra el resto de su vida: impresionista, a Monet “sólo le interesaba la luz, la luz en la atmósfera, la luz que atraviesa las cosas y las define y encuadra”.

De hecho, la gran retrospectiva en París expone la obra de Monet como uno “de los pilares del arte moderno gracias al tratamiento de la luz y del color”. A través de su manera de pintar, “Monet nos presenta su visión poética de la vida, y eso es lo que hemos querido mostrar al público”, asegura a este periódico Roquebert, quien recuerda a este respecto la frase de Cézanne, “Monet no es más que un ojo pero, Dios mío, qué ojo”, haciendo referencia a la sensibilidad extraordinaria de la que estaba dotado el artista para dibujar luces, sombras, los efectos de la niebla o las puestas de sol.

Roquebert destaca asimismo las series que el pintor dedicó a la catedral de Rouen –pintada en diferentes horas del día– o a retratar el río Sena helado: “el autor fue capaz de inmortalizar las grandes heladas del invierno de 1879”, de mítica memoria en Francia.

Organizada por temáticas en cuatro grandes salas, la exposición refleja también que “Monet no sólo es un experto en inmortalizar el placer de un paseo familiar entre amapolas. También lo es en otros momentos más trágicos de la vida”, según afirma el crítico de arte francés Cédric Biétry.

Reflejos de este contraste en las materias pintadas son, por un lado, los grupos de cuadros de gran formato de figuras y retratos de la vida moderna, como El desayuno, de 1865 –para el que el autor se inspiró en su esposa Camile– o La terraza de Sainte Adresse, 1867; y por otro lado, un grupo de cuadros minoritarios, de materia directamente dolorosa como Camille Monet en su lecho de muerte, 1879 o “caóticos y agonizantes”, como Acantilado en Dieppe, 1882.





http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/sociedad/monet-protagoniza-las-grandes-muestras-del-otono-europeo

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