El gobierno francés dice, repite e insiste en que no, pero los sindicatos no se dan por vencidos. En su empeño por contradecir y oponerse a la política de Sarkozy, ayer volvían a paralizar el país y a manifestarse por las calles en la séptima huelga general del año –la quinta contra la reforma de las pensiones-. ¿El objetivo? Superar las movilizaciones precedentes para hacer reaccionar al Ejecutivo. De nuevo, batalla de cifras: unos dos millones de manifestantes por todo el país -300.000 solo en París-, según los organizadores y menos de la mitad según el ministerio del Interior, que fijaba en unas 65.000 el número de personas que desfilaron por la capital.
La huelga general de ayer afectó a la mayoría de los sectores –colegios, medios de comunicación, correos, justicia, sanidad…- y sobre todo a los transportes, que sufrieron importantes perturbaciones. Aunque son las principales víctimas, los ciudadanos se han acostumbrado a las huelgas que ya forman parte de la rutina. Interrogado por La Gaceta, uno de los usuarios del metro de París, Charles-Henri, de 56 años de edad, describía tranquilamente la situación: “cada vez que hay huelga yo ya me organizo. Antes de salir de casa miré los horarios del metro. Vi que había un tren cada veinte minutos, así que llegué a la hora exacta para no perderlo”.
Tras los desfiles, las reacciones no se hicieron esperar. Ya a primera hora de la tarde, portavoces sindicalistas manifestaban su “satisfacción ante el éxito de la protesta”, que “ha tenido más repercusión que las anteriores”, aseguraba Annick Coupé, portavoz de la unión sindical Solidaria.
“Apuesta vencida”, afirmaba en la misma línea François Chérèque, secretario general de la Confederación francesa democrática del trabajo, CFDT. Más modesto, Bernard Thibault, dirigente de la Confederación general del trabajo, consideró que la movilización de ayer “tuvo la misma proporción” que la precedente.
Desde el otro lado y de un color completamente distinto, el Elíseo constató una “caída considerable” del número de huelguistas, lo que significa que los ciudadanos “van apoyando poco a poco la gran reforma de las pensiones”. Una reacción que puede responder al hecho de que dos días antes de la contestación ciudadana, el ministro francés de Trabajo, Éric Woerth, anunció las nuevas enmiendas que componen el texto sobre las pensiones. Medidas, que benefician a las mujeres –igualdad en los salarios-, a los discapacitados y a los parados más mayores. Aunque eso sí, el ministro volvió a insistir en que el retraso de la edad legal de jubilación a los 62 años no es negociable. La reforma de las pensiones impulsada por Sarkozy ya ha sido adoptada por la Asamblea nacional. El Senado comenzará a examinarla a partir del próximo 5 de octubre.
Después de la protesta de ayer, los sindicatos han previsto no descansar y hoy se reúnen para perfilar su “plan de acción”. Jean-Claude Mailly, responsable de Fuerza Obrera apela nuevas protestas si el gobierno no responde a sus reivindicaciones.
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